Frendel, el dragón volador

El 15 de junio de 2001, mi madre, Sally Roberts, se divorció de mi padre, John Newman. Mi madre se quedó con mi custodia y la de mi hermana Wendy. Ella quiso empezar de cero, una nueva vida lejos de aquella ciudad, que le había dado tantos momentos alegres, pero también tantos tristes.

Compró una casa en un pequeño pero acogedor pueblo situado entre escarpadas montañas, a orillas del Mar Verde. Aquel lugar se llamaba Zornia, y se encontraba al norte de Holanda, en la región de Belstorf.

Cuando llegamos, nos llamó la atención la prisa con la que el vendedor nos entregó las llaves y desapareció entre la niebla del bosque en su peculiar coche. Mi madre se fue a la ciudad a hacer la compra y nos encargó que fuéramos deshaciendo las maletas y poniendo en orden la casa. Cuando regresó, nos dijo que había encontrado trabajo en una taberna de la ciudad. Esa misma noche oímos unos extraños ruidos, y de pronto algo se cayó en la cocina, a la vez que hubo un terrible temblor. Esto se repitió varias noches seguidas. Un día, mi hermana y yo decidimos ir a la biblioteca del pueblo a investigar sobre esa casa. Descubrimos que su anterior dueño era un científico que tenía como mascota un pequeño murciélago llamado Frendel. Con el paso del tiempo, el animalito se iba haciendo grande y agresivo, así que el científico lo abandonó en una cueva en las montañas. Empezaron a ocurrir sucesos extraños en la casa y el científico decidió marcharse y regalarle la casa a su buen amigo el farero, que era el hombre que nos vendió la casa.

Frendel se había convertido en un dragón volador de seis metros de largo. Su único objetivo era atemorizar a la gente de ese pueblo, para que su dueño se sintiera culpable por haberle abandonado.

Por cierto, me llamo Max y yo conseguí liberar a Zornia del terror de aquel dragón.

¿Qué cómo lo hice? Eso es una historia muy larga.

 FIN

Juan Andrés Lázaro Sánchez  (1º ESO A)