El poder de las palabras bonitas

ALUMNOS de 4.º ESO B e INMACULADA BENITO, tutora y profesora de Economía

Existe en Economía un concepto denominado “efecto multiplicador de la inversión”. Este efecto es tan fuerte que es capaz de desencadenar una etapa de expansión económica. Partimos de un largo período de recesión, en el que el capital fijo de las empresas está obsoleto. En este contexto, un pequeño incremento de la inversión de las empresas para renovar su maquinaria genera un efecto multiplicador positivo que se contagia al resto de variables macroeconómicas (demanda agregada, producción, empleo…). Podemos concluir, por tanto, diciendo que el movimiento inicial de la inversión se convierte en el factor clave para que la tendencia del ciclo económico se invierta.

Además de profesora de Economía soy una apasionada de la Psicología, así que, en mi afán de conectar ambas disciplinas, no he podido evitar evocar el anterior concepto económico, al hacer con mis alumnos de 4.º ESO B la actividad que queremos explicar en este artículo. Son ellos mismos los que a continuación la describen:

El día 30 de octubre, en la clase de tutoría, nos pusieron un vídeo que mostraba un curioso experimento realizado con chicos de nuestra edad. Primero, se les pedía que escribieran en la pizarra algún insulto que habían recibido alguna vez: puta china, zorra, simia, gafotas, ballena… son solo algunos ejemplos. A continuación, los chicos debían explicar cómo se sentían al recibir dichos insultos. Humillación, ofensa, rabia, impotencia… casi todos coincidían en estos sentimientos. Pero, afortunadamente, el experimento no terminaba aquí. El siguiente paso consistía en escribir en la pizarra cualidades buenas de alguno de sus compañeros: loca, divertida, sincero, buen compañero… Así, los protagonistas terminan el experimento reconociendo lo poco acostumbrados que estamos a escuchar palabras bonitas sobre nosotros mismos…

Después de ver el vídeo hemos hecho algo parecido en nuestra clase. Inma ha puesto los nombres de todos nosotros en la pizarra y, uno a uno, nos hemos levantado y hemos escrito dos virtudes de cada uno de nuestros compañeros. Al principio nos ha dado tanta vergüenza que ha sido nuestra tutora la que ha tenido que empezar para romper el hielo, pero poco a poco nos hemos ido animando y al final la pizarra se nos quedó pequeña. Al terminar la actividad la clase estaba llena de risueños, soñadores, sinceros, graciosos y divertidos.

De igual manera que, en el efecto multiplicador de la inversión, en el que una pequeña circunstancia positiva desencadena toda una marea de expansión, con las palabras bonitas nos ocurre lo mismo. Una palabra, una frase bonita, dicha con sinceridad, genera una atmósfera de “buen rollo” que se contagia de unas personas a otras. Y para muestra un botón. Así se han sentido mis alumnos después de hacer esta actividad: este ejercicio me ha ayudado a “quererme más”, a subir mi autoestima, cuando alguien te dice algo bonito recibes un regalo… una palabra bonita es como una tabla de salvación a la que agarrarte cuando estás bajo de energía, decaído; cuando alguien me insulta me duele, me disgusto, me enfado, cuando alguien me dice algo bonito sobre mí mismo, me siento muy bien…

Para terminar, apunto la siguiente reflexión motivada por el recelo de mis alumnos a la hora de reconocer las virtudes de sus compañeros: ¿Nuestra sociedad nos tiene acostumbrados a expresar y a escuchar solo lo negativo, solo nuestros defectos? ¿Os imagináis a nuestros políticos elogiando algunas de las acciones de sus rivales? ¿O a los protagonistas de un programa de TV ponderar las virtudes de sus colegas en vez de “machacarse” unos a otros?… Os invito a hacer todo lo contrario, a poner en marcha “el poder de las palabras bonitas”, reconociendo lo bueno de las personas que nos rodean.

También te podría gustar...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *