Carta abierta al director de la revista Cosas del Senara

Tu quoque, Magister.

Al empezar a escribir estas líneas de despedida, algo que hasta hace bien poco me parecía impensable, aún recuerdo la primera vez que plasmé mis ideas en esta revista, bajo tu batuta y tus sabios consejos. Durante algún tiempo me diste la oportunidad de conocer de cerca el honrado oficio de periodista, aunque solo fuese de manera aficionada.

Tu amor por las letras, ese que transmitías y aún transmites, no solo en las aulas, sino con cualquiera que platique contigo, nos ha servido de inspiración a quienes te conocemos para encontrar nuestro camino, académica y humanamente hablando.

Es difícil plasmar en pocas palabras tantos momentos que hemos compartido contigo, en los que tú nunca te limitaste, desde tu clase en las alturas del edificio del tejado azul, a ser un mero observador de la realidad que te rodeaba.

Eres un claro ejemplo de trabajador infatigable y abnegado con su trabajo, en todas aquellas disciplinas en las que has sido partícipe durante los años de estancia en el IES Senara. Quienes hemos compartido este viaje contigo solo podemos destacar la minuciosidad de tu trabajo en el desempeño de tus funciones.

Por enumerar algunas, la comunidad educativa de la comarca de Las Villas, te debe, junto al equipo directivo de entonces, tu lucha por la supervivencia de la educación rural que tan bien encarna este centro, brindándonos a varias generaciones de jóvenes la posibilidad de hacer uso del único ascensor social de este país, la educación pública de la que tú eres uno de los mayores abanderados.

Sin tu trabajo, y tus (estoy más que seguro) innumerables horas a la luz de un flexo calculadora en mano, la supervivencia de este centro oferente de educación secundaria y bachillerato no habría sido posible.

El IES Senara es un centro de referencia para toda la provincia, donde los jóvenes procedentes de los pueblos de la zona hemos podido educarnos sin vernos obligados a desplazarnos a Salamanca, disfrutando además de una ratio envidiable, en comparación con la que ofrecen otros territorios no tan lejanos.

Como docente, no solo te has limitado a impartir la materia que te marcaba un currículo, aportaste mucho más a nuestros conocimientos y nuestra manera de conocer tu asignatura.

Quienes pasamos por tus clases recordamos tu forma de ayudarnos a aprender las declinaciones latinas a golpe de reglas mnemotécnicas, tan útiles para quienes escogimos después carreras de amplio contenido, o tus extensas explicaciones a golpe de mapa o maqueta que nos permitían, aunque fuera solo por unos instantes, transportarnos a las ciudades del Imperio Romano y visitar de cerca sus domus o transitar por sus Calzadas.

Estas palabras evocan en mi memoria tu faceta como guía turístico. Para algunos de nosotros nuestra primera experiencia en el extranjero fue aquella que durante tanto tiempo realizasteis en colaboración los departamentos de Latín y Religión Católica, tanto tú, como Luis Martín Figuero.

Una experiencia única, la última celebrada hace ya casi cinco años, un viaje en el que ambos, Luis y tú, colgasteis vuestros hábitos como docentes para durante casi cinco días bajar al ruedo y lidiar con un grupo de más de veinte adolescentes, mostrándonos hasta el último rincón de la ciudad del Tíber.

En nuestro recuerdo permanecerán indelebles las visitas guiadas a todos los grandes monumentos de Roma, de facto pasabas de ser nuestro profesor de latín para convertirte y equipararte a los mejores guías de la ciudad, gracias a las horas de preparación previa que dedicabas a estudiarte de las visitas que teníamos pendientes los días venideros. Así pudimos abandonar Roma habiendo disfrutado de cada momento de la estancia en la Ciudad Eterna.

Sin ánimo de extenderme más, como quien cierra una página, nos toca despedirnos de ti, de tu trabajo, de tu forma de educar y sobre todo, lo más importante, de tu forma de preparar a tus alumnos para el mundo fuera de las cuatro paredes de las aulas.

Formas parte de una generación de docentes cuyo paso por el Senara figura ya como un espejismo, una etapa que se acaba, pero que no se olvidará jamás.

No podemos volver atrás porque la vida nos empuja como un aullido interminable, en palabras de José Agustín Goytisolo, en su célebre poema “Palabras para Julia”.

Lo que sí podemos es volver la vista y recordar todos aquellos momentos en que tú, Fernando Pablos, “el de Latín”, fuiste, más que un profesor, un maestro.

Te deseamos lo mejor en esta nueva etapa de tu vida que comienzas.

Magister in Aeternum.


Roberto Santiago Barrios es estudiante de Derecho y antiguo alumno del IES Senara.

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1 respuesta

  1. Luciérnaga dice:

    Fernando es inspiración, vocación, pasión por la enseñanza; una persona extraordinaria y un filólogo de los pies a la cabeza, depredador de pergaminos. Será extraño no volverlo a encontrar al lado de una pizarra, dejando atrás manuales académicos, pupitres verdes y hermosos mosaicos. Sin embargo, hay algo que eternamente será conservado: siempre, siempre, siempre latirán en nosotros tantos recuerdos y tantas palabras que, contrariando el «verba volant», jamás saldrán volando y perpetuamente existirán en nuestra memoria.
    Gracias por tanto, Fernando. Disfruta de esta nueva etapa del camino.

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