Bartolo y sus cosas (La sabiduría de los refranes)
En la primavera de 1972, Bartolo se levantaba de mala gana todos los días para ir a la escuela. Su padre, un pastor que cuidaba ovejas desde los catorce años, le repetía cada mañana: “A quien madruga, Dios le ayuda”. Él le miraba con asombro, porque pensaba que a él, que llevaba toda su vida madrugando, no le había ido muy bien. Le decía: «Papá, ¿para qué madrugas tanto?». Y su padre le respondía: “A la fuerza ahorcan”, pero él no lo entendía nunca.
Una tarde, Bartolo se fue con sus amigos a la fuente del pueblo, un lugar alejado en el que los chavales se divertían tirando piedras a las ranas. Se hizo de noche y, cuando volvieron, sus padres les andaban buscando preocupados. Por eso, Bartolo recibió una colleja y, protestándole a su padre, éste le contestó: “A hijo malo, pan y palo”. Esto sí lo entendió Bartolo, que agachó la cabeza y entró en casa.
Un día en que tenía mucho que estudiar y no tenía ganas, se fue a la iglesia del pueblo a rezar para aprobar. Las vecinas que le vieron le preguntaron qué hacía allí, y él les contestó: “He venido a pedirle a Dios que me ayude a aprobar”; y ellas, riéndose de él, dijeron: “A Dios rogando y con el mazo dando”.
Juan Andrés Lázaro Sánchez (2º de ESO B)
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